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Como representante de la Secretaría pro témpore del Grupo de Río es para mí particularmente grato expresar mi satisfacción ante esta nueva oportunidad de reunión con los representantes de la Unión Europea en el marco del XII encuentro birregional a nivel ministerial, en la sede gentilmente ofrecida por la presidencia luxemburguesa.
Este encuentro nos permite renovar el compromiso de profundizar y fortalecer nuestros históricos lazos de amistad y seguir actuando conjuntamente en un marco de diálogo político entre interlocutores que se reconocen en el conjunto de valores compartidos. En este sentido, podemos afirmar que los países de ambas regiones hablamos un mismo idioma cuando sostenemos los valores del diálogo político, los derechos humanos, la paz y la democracia.
Precisamente, son estos los pilares que han dado origen al Grupo de Río que hoy puede enorgullecerse por su trayectoria en pos de la construcción y el fortalecimiento de la democracia latinoamericana.
Democracia que en algunos de nuestros países apenas alcanza los veinte años en el marco de la casi bicentenaria historia independiente de América Latina.
Europa conoce como nadie de totalitarismos, guerra e inhumanidad, pero desgraciadamente nuestros países los han padecido también y pagan hasta hoy tributo por ello: gran parte de nuestros compatriotas aún no pueden gozar en carne propia esa democracia y esos derechos humanos que aparecen ante sí como meros formulismos constitucionales.
Atravesamos una nueva etapa en la humanidad, un nuevo camino en que los senderos se bifurcan hacia el aislamiento y la pobreza o la integración y el crecimiento. Europa lo ha entendido y es una referencia permanente del modo en que nuestros países deben converger en objetivos comunes que promuevan la equidad, la libertad y la justicia social para su gente.
Es por ello que festejamos la convergencia de puntos de vista entre ambas partes respecto de un número significativo de temas de interés mutuo, varios de los cuales conforman la agenda que hoy nos convoca.
Estimamos que la Cumbre de Naciones Unidas que tendrá lugar en septiembre de 2005 será una nueva oportunidad donde plasmar el firme compromiso común que tienen el Grupo Río y la Unión Europea con el fortalecimiento del multilateralismo como la única forma de luchar mancomunadamente por la erradicación del hambre y la pobreza extrema, en favor del desarrollo económico y el progreso social, por una efectiva seguridad colectiva, y por el respeto irrestricto de los derechos humanos y libertades fundamentales.
Desde esta perspectiva, la Cumbre del Milenio +5 brindará una ocasión especial para realizar un análisis objetivo sobre el funcionamiento de la Organización a 60 años de su creación, así como para acordar iniciativas innovadoras, tanto en la esfera de su fortalecimiento como de su renovación institucional, necesarias para adaptar el foro único y universal que son las Naciones Unidas a los retos de este Milenio.
A este respecto, estamos comprometidos con la reforma y revitalización de las Naciones unidas, incluyendo las Asamblea General y el Consejo de Seguridad. Consideramos que asegurar una reforma democrática y de consenso resulta esencial a fin de garantizar la credibilidad y eficacia del sistema.
Como Secretario pro témpore del Grupo de Río, deseo confirmar la voluntad y disposición de sus Estados Miembros de colaborar estrechamente con la Unión Europea a fin de alcanzar ese objetivo, trabajando de forma constructiva en las distintas instancias de consulta y negociación del proceso intergubernamental iniciado en el seno de la Asamblea General.
Reconocemos la importancia de que sean las Naciones Unidas el instrumento a través del cual se lleve a cabo la respuesta consensuada de la comunidad internacional ante los distintos desafíos de la agenda internacional, especialmente la lucha contra el terrorismo. Lucha en la que consideramos esencial que se intensifiquen la coordinación y cooperación entre los órganos de las Naciones Unidas, por lo que celebramos el diálogo entablado entre el Consejo de Seguridad y su Comité contra el Terrorismo y los órganos competentes para la promoción y protección de los derechos humanos.
Esa coordinación institucional responde a una exigencia esencial en la medida en que, para combatir el terrorismo, resulta indispensable hacerlo en el marco del respeto de los derechos humanos, del derecho internacional y los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.
Desde el Grupo de Río, y haciendo énfasis en los principios que constituyen su razón de ser, es que esperamos seguir desarrollando un diálogo constructivo respecto de las reformas que se lleven a cabo en las Naciones Unidas con el fin de elevar el nivel de eficacia y efectividad de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas y así asegurar que su accionar esté acorde con los fines para los que ha sido creada, evitando su politización.
Deseo insistir, en nombre del Grupo de Río, sobre la importancia de que el cumplimiento de las resoluciones adoptadas en el seno de esta Comisión contribuyan a que los casos de violaciones sistemáticas de los derechos humanos y las libertades fundamentales, ocurridas en cualquier parte del mundo, no queden impunes, se castigue a los responsables, se repare a las víctimas y se garantice a los familiares de éstas el derecho a saber la verdad sobre lo ocurrido.
Nuestras esperanzas están puestas en que, como resultado de la Cumbre de 2005, el año 2015 encuentre a los países del Grupo de Río y de la Unión Europea habiendo avanzado en sus esfuerzos por brindar mejores condiciones de vida a sus habitantes mediante el logro de los Objetivos y Metas de Desarrollo del Milenio.
Los Países del Grupo de Río entienden que la lucha contra el hambre y la pobreza debe estar enmarcada en un espíritu de dialogo y cooperación. En ese sentido, reconocen con satisfacción los méritos de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada el año pasado.
Es importante destacar la función fundamental de las Naciones Unidas, de sus organismos, fondos y programas en el tema, para ayudar a erradicar las principales causas de la pobreza y del hambre, mediante la creación de puestos de trabajo, la generación y la justa distribución de la riqueza.
El hambre y la pobreza son flagelos que no reconocen ni respetan fronteras, religiones ni etnias. Sabemos que el hambre y la pobreza no podrán enfrentarse sólo a través de medidas paliativas, ni a partir de esfuerzos de alcance sólo nacional. Esta es una lucha a la que concebimos como parte de un esfuerzo multilateral y sistemático, orientado a ubicar al desarrollo sustentable en el centro de la agenda global.
Existen responsabilidades compartidas. Se hace, entonces, necesario encontrar un nuevo enfoque complementario para los mecanismos ya existentes que supere las deficiencias de los mismos, asegure un incremento de la cantidad de los recursos disponibles y garantice una mejor previsibilidad de los flujos de la ayuda para que, de manera efectiva, se traduzcan en beneficios concretos para los países en desarrollo.
Este nuevo milenio debe desterrar los modelos de ajuste que basan la prosperidad de los unos en la pobreza de los otros. El comienzo del siglo XXI debe significar un final de época y el comienzo de una nueva colaboración entre acreedores y deudores, así como un rediseño de los organismos multilaterales de crédito, asegurando mayor participación en sus decisiones por parte del mundo en desarrollo.
En un marco de responsabilidad compartida, si bien cada país es el principal actor de su propio desarrollo económico y social, los países desarrollados se han comprometido en distintos foros a apoyar estos esfuerzos y a aumentar los flujos de ayuda financiera, la inversión extranjera directa, el alivio de las deudas y la apertura de sus mercados para los productos de los países menos desarrollados -incluyendo la eliminación de los subsidios que distorsionan el libre comercio.
Es imperante que estos compromisos sean cumplidos, y los países más desarrollados tienen una especial responsabilidad en favorecer y financiar la cooperación internacional para la eliminación de estos problemas en todo el mundo.
Una lucha efectiva para enfrentar el hambre, la pobreza extrema, la inequidad y la exclusión social, requiere un compromiso y acciones continuas para promover el desarrollo y la educación, lo que debe ser complementado con la coordinación, la cooperación y la solidaridad entre los Estados, agencias y organismos especializados y las organizaciones financieras internacionales.
Asimismo, un comercio multilateral equitativo puede jugar un rol esencial en la erradicación de las causas profundas de la pobreza y el hambre, permitiendo condiciones para la creación de empleos, distribución de riqueza, la justicia social y la igualdad de oportunidades.
Muchas gracias.
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